viernes, 25 de febrero de 2011






"Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. 
La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, 
sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día"

Eduardo Galeano, El libro de los abrazos




Comprendía cada día mejor, al recorrer la tierra griega, que la 
civilizaciòn griega no habìa caìdo del cielo, como una flor sobrenatural, sino que era un árbol que hincaba sus raíces en la tierra, que se nutria de barro y con el forjaba sus flores. Y cuanto mas barro devoraba, mas se modelaba y mas rica era su floración. La famosa simplicidad antigua, el equilibrio, la serenidad no eran las 
virtudes naturales, adquiridas sin esfuerzo, de una raza simple y equilibrada; era el premio de luchas difíciles, el botìn de combates cruentos y peligrosos.

La serenidad griega es muy compleja, trágica, es el equilibrtio de fuerzas salvajes que se combaten y que han logrado, luego de una lucha larga y penosa, reconciliarse. Para llegar asi a lo que un místico bizantino llama "la ausencia de esfuerzo", es decir, la cumbre del esfuerzo.




Niko Kazantzaki, Carta al Greco









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