lunes, 30 de enero de 2012

Luminarias

Lautaro tenía, entonces, 4 años:

-Viste la luna? 
-Si, mamá. Esta hermosa 
-Pero, viste?, parece que esta enchufada!... 
-Si, como la luna del cuadro: enchufada y hermosa como la luna de Van Gogh 






(en el video: Angel González recita su poema "Oda a la noche"; en el disco "La palabra en el aire", con Pedro Guerra. La fotografía de fondo es "Noche estrellada", de Vincent Van Gogh -y su luna-)





miércoles, 25 de enero de 2012

Ofrenda




Tengo la edad en la que mueren los caballos,
la edad en la que el árbol
se ofrece entero al cielo.
Mi miedo es una fauna secreta que me busca,
del mar soy sólo un número de olas.
Tengo dientes y penas y zapatos,
tengo una fiesta eterna que a veces me convoca.
Conozco a una mujer, tal vez, salvo el misterio
de la panza de estrellas de la noche.
Yo no sé cuántos soles le quedan a mi pecho,
yo sé que ha sido bueno vivir y alzo estos años
como una ofrenda ardiendo.
Por encima del toro de sombra de los días,
por encima del asco y el miedo y los espejos,
he llegado hasta aquí.


Pedro Mairal
, "Tigre como los pájaros"







miércoles, 18 de enero de 2012

Tik


En el verano de 1972, Carlos Lenkersdort escuchó esta palabra por primera vez .

Había sido invitado a una asamblea de los indios tzeltles, en el pueblo de Bachajaón, y no entendía . Él no conocía la lengua y la discusión, muy animada, le sonaba como lluvia loca.

La palabra tik  atravesaba esa lluvia . Todos la decían  y la repetían, tik, tik, tik, su repiqueteo se imponía en el torrente de voces . Era una asamblea en clave de tik .

Carlos había andado mucho mundo, y sabía que la palabra yo es la que  más se usa en todos los idiomas.

Tik, la palabra que brilla en el centro de los decires y los vivires de estas comunidades mayas, significa  nosotros





Eduardo Galeano, Bocas del tiempo




jueves, 12 de enero de 2012

Performance


En lo que más avanza la civilización es en la perfección de los envases.
Ramón Gómez de la Serna, "Greguerías"


(...) parecería que el hombre moderno tuviese demasiados deseos, y que justamente su único problema residiese en el hecho de que, si bien sabe lo que quiere, no puede conseguirlo. Empleamos toda nuestra energía con el fin de lograr nuestros deseos, y en su mayoría las personas nunca discuten las premisas de tal actividad; jamás se preguntan si saben realmente cuáles son sus verdaderos deseos. No se detienen a pensar si los fines perseguidos representan algo que ellos, ellos mismos, desean. En la escuela quieren buenas notas, y cuando son adultos desean lograr cada vez más éxito, acumular cada vez más dinero, poseer más prestigio, comprar mejores automóviles, ir a los mejores lugares, y cosas semejantes. Sin embargo, cuando, en medio de esta actividad frenética, se detienen a pensar, hay una pregunta que puede surgir en su espíritu: Si consigoeste nuevo empleo, si compro un coche mejor, si realizo este viaje... ¿qué habré obtenido? ¿Cuál es verdaderamente el fin. de todo esto? ¿Quiero, en realidad, todas esas cosas? ¿No estaré persiguiendo algún propósito que debería hacerme feliz y que, en verdad, se me escapa de las manos apenas lo he alcanzado?. Cuando surgen estas preguntas se siente uno espantado, pues ponen en duda la base misma que sustenta toda la actividad del hombre, el conocimiento de sus mismos deseos. Por eso la gente tiende a liberarse lo más rápidamente posible de pensamientos tan inquietantes. Piensan que tales preguntas han venido a molestarlos a causa de algún cansancio o mal humor... y continúan así en la persecución de aquellos fines que siguen considerando propios.
"Atado para ser libre",
obra y fotografía de Peter Callesen
Y, sin embargo, todo esto apunta a una confusa revelación de la verdad: que el hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que  se supone  (socialmente) ha de desear. Para aceptar esta afirmación es menester darse cuenta de que saber lo que uno realmente quiere no es cosa tan fácil como algunos creen, sino que representa uno de los problemas más complejos que enfrentan al ser humano. Es una tarea que tratamos de eludir con todas nuestras fuerzas, aceptando fines ya hechos como si fueran fruto de nuestro propio querer. El hombre moderno está dispuesto a enfrentar graves peligros para lograr los propósitos que se supone sean  suyos,  pero teme profundamente asumir el riesgo y la responsabilidad de forjarse sus propios fines. A menudo se considera la intensidad de la actividad como una prueba del carácter autodeterminado de la acción, pero ya sabemos que esa conducta bien podría ser menos espontánea que la de una persona hipnotizada o de un actor.
Conociendo la trama general de la obra, cada actor puede representar vigorosamente la parte que le corresponde y hasta crear por su cuenta frases  y determinados detalles de la acción. Sin embargo, no hace más que representar un papel que le ha sido asignado.













viernes, 6 de enero de 2012

El árbol de la vida

Salimos del cine y caminamos dos cuadras sin emitir palabra. Al rato, alguien dijo:

-Menos mal que vine con vos...no sé si podría callarme con tanta elocuencia con alguien más, y tampoco sé si hay alguna palabra que pueda decirse sin que resulte injusta de alguna manera...





(Bueno...si fuera necesaria alguna palabra sobre la peli, pase por aquí, que hay muchas y muy bien ordenadas)







jueves, 5 de enero de 2012



No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 

Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes, la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea,¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Fotografía de Henri Cartier-Bresson


Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.


Oliverio Girondo











miércoles, 4 de enero de 2012

El regalo

Tiene 8 años y la mirada luminosa. Sus pestañas siempre me hacen pensar en altísimos soldaditos de juguete (como los que tenía mi hermano cuando éramos chicos) que custodian, en una fila infinita y estrechamente equidistante, un tesoro invaluable
La tele estaba encendida; alguien había querido saber bien qué hora era y había quedado de fondo algún programa, uno cualquiera. Facundo Cabral hablaba calmo en un archivo, apoyado en la guitarra.

-Viste que no tenía ninguna pertenencia?, dijo alguien al pasar
-No?, le respondió distraídamente otro, casi de compromiso
-No. Ni casa, ni auto, ni muebles: nada de nada. Vivía en un hotel...creo que en microcentro
-Pero tenía plata, no?
-Debería tener, digo yo...

Todos siguieron haciendo lo que estaban haciendo hasta que, después de un rato, su vocecita indagó:

-Y entonces... por qué no tenía casa ni auto ni esas cosas?
-...quién?
-Ese señor, el que no tenía cosas...por qué no tenía cosas?
-...porque no las necesitaba, amor. Porque eligió no tenerlas. 








Sonará tonto, pero sentí que le hacían un regalo inmenso.