sábado, 3 de noviembre de 2012

Bocetos

Lo compré un domingo en Plaza Francia, en Buenos Aires. Hacía años que no iba a la feria artesanal y ahí lo encontré: una placa de madera horizontal; podríamos decir de 60x20. Tres colores: un árbol negro extendía sus ramas en todo el largo del cuadro, eclipsando un cielo de un azul profundo, casi melancólico, y un lánguido trazo blanco, como de luz, por debajo de la sombra de la tierra.
No era una imagen realista, es cierto, pero aún así ese trazo luminoso (efímero, me sale, mientras lo pienso. Es eso: daba la sensación de reflejo de luna, de agua ida, del guiño de cristal sobre la iridicencia de un segundino rayo de sol) me resultó extraño, llamativo. Me acerqué despacio (previo intercambio de miradas y de sonrisas con la vendedora, sin decir una sola palabra), y descubrí la luz: en letras muy chiquititas, con una caligrafía casi monacal, "La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero". 
Cuelga de la pared de la que fue mi casa, desde entonces; y colgaría de la que lo es ahora si meter media vida en una valija para mudarse a otro continente, a otra vida, fuera algo más gentil de lo que es en realidad.
Desde que leí "El lobo estepario"quise volver a Hesse. Esa cita que me hablaba desde la pared de mi casa era un guiño: nos volveríamos a encontrar, y yo lo sabía.

El tren me trae valles verdes, contornosde encinas, rocas esbeltas y solas. Yo viajo de Su mano hacia Madrid. En la otra mano tengo a Demian: lo encontré curioseando en Su biblioteca, y lo puse enseguida en la cola de espera. Golosa, lo leo con ansias antigüas. Hay algo de anacrónico en la lectura; como si fuera otra yo, previa, quien lo lee. Ambas disfrutamos como locas, eso sí, cuando leemos esto:

"(...) no se puede estar satisfecho con la explicación que se nos da de Caín y la señal que lleva en su frente. ¿No te parece? Que uno mate a su hermano en una pelea, puede pasar; que luego le dé miedo y se arrepienta, también es posible; pero que precisamente por su
cobardía le recompensen con una distinción que le proteja y que inspire miedo, eso me
parece muy raro.
(...) El estigma fue lo que existió en un principio y en él se basó la historia.
Hubo un hombre con algo en el rostro que daba miedo a los demás. No se atrevían a
tocarle; él y sus hijos les impresionaban. Quizás, o seguramente, no se trataba de una
auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de correos; la vida no suele ser
tan tosca. Probablemente fuera algo apenas perceptible, inquietante: un poco más de
inteligencia y audacia en la mirada. Aquel hombre tenía poder, aquel hombre inspiraba
temor. Llevaba una «señal». Esto podía explicarse como se quisiera; y siempre se
prefiere lo que resulta cómodo y da razón. Se temía a los hijos de Caín, que llevaban
una «señal». Esta no se explicaba como lo que era, es decir, como una distinción, sino
como todo lo contrario. La gente dijo que aquellos tipos con la «señal» eran siniestros; y
la verdad, lo eran. Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros
a la gente. Que anduviera suelta una raza de hombres audaces e inquietantes resultaba
incomodísimo; y les pusieron un sobrenombre y se inventaron una leyenda para
vengarse de ellos y justificar un poco todo el miedo que les tenían. ¿ Comprendes?"

Se lo leo, y hablamos de cómo también eso, la otra interpretación, puede ser utilizada para lo mismo que lo es la interpretación inicial. Cómo todo, en fin, es arcilla fresca sobre la que trabaja la vida, intención mediante. 

Del otro lado del océano, la luz del cuadro sigue pulsando, cual cuásar