viernes, 16 de diciembre de 2011

Poemas plagiados


"Hay algo particularmente hermoso y natural en la poesía que nace del lenguaje porque el lenguaje nunca se acaba; no hay que salir a buscar o a comprar sus elementos, como lo debe hacer el escultor o el pintor con sus materiales. Está allí, inacabable, siempre; nunca agotable"

Ivonne Bordelois, La palabra amenazada


El Bienaventurado


Por corregir los Diez Mandamientos.
Por embellecer a Poncio Pilato y ponerle una cinta al sombrero.
Por reemplumar y dorar el ala derecha del Ángel de la Guarda.
Por renovar el cielo, pintar y ajustar las estrellas y limpiar la Luna.
Por avivar las llamas del Purgatorio y restaurar almas.
Por volver a encender el fuego del infierno, poner una cola al Diablo,
componer una pezuña y hacer varias menudencias a los condenados.
Por poner un Cardenal y varios arañazos al hijo de Tobías y limpiar su
saco de viaje.
Por limpiar las orejas a la burra de Balán y herrarla.
Por remendar la camisa al hijo de Tobías.
Por poner una piedra nueva a la honda de David, manchar la cabeza
de Goliat y alargarle las piernas.


(Es el texto de la factura que un pintor conocido como Potriquín pasó al cura de Corullón – España – por restaurar santos e imágenes de la Iglesia de Villafranca del Bierzo en 1931 y por lo que cobró la suma de 314 pesetas.)
Fotografía de Chema Madoz


Recogido por Esteban Peicovich en su libro "Poemas plagiados"





"Estos "Poemas plagiados" son una colección de sapos convertidos en príncipes, gracias a la mirada de un poeta. [...] Lo que Peicovich hace es transcribir genuinos poemas que ha encontrado, ya hechos, en los lugares más dispares. Proclama así que lo artístico acecha, más o menos patente, en lo escrito o lo dicho sin pretensión estética alguna. Y es que la poesía vive silvestre y muchas veces en los libros de versos es el único sitio en que no está”.

Del epílogo de José María Parreño






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