jueves, 12 de abril de 2012

Causalidad

Qué es lo que fue? Lo mismo que será

Eclesiastés Cap.1: 9

Me acuerdo que la primera vez que vi la palabra escrita pensé que se trataba de un error; que habían escrito mal "casualidad". Igual me gustó la idea. Es lo bueno de la ignorancia, digo yo: uno se sorprende mucho


Resulta que tal vez sea la ley con mayor aceptación que existe. Difícil resultaría, creo, encontrar alguien que la niegue:  acción y reacción, causa y efecto; binomio inexorable más allá (o más acá) de eficiencias y formalidades, de estrategias, moralinas, correlaciones o discursos elusivos: Causalidad.


Hay algo que me fascina en esa noción. En esa cadena infinita e ininterrumpida de la que somos eslabones y herreros todo el tiempo, cada mínimo segundo de nuestra vida, con cada acto y cada no-acto, cada sueño y cada represión, cada palabra y cada silencio
La desproporción casi kafkiana; el germen y el ser fruto de un orden absolutamente insospechado que cada instante en que existimos es en si mismo. 


Respecto de si a la consecusión de las causas y sus consecuencias las orquesta un destino o el azar de frac, hablamos en otra tertulia o cada uno en la interna. Por ahora, lo que quiero apenas es poner en marcha un mecanismo de miles de millones de toneladas soplando un granito de sal y dos maravillosos poemas (porque algo pasará, seguro, aunque yo no me entere nunca. Que ya lo lo decían los chinos con el batir de alas de las mariposas y los huracanes y los chinos siempre tiene razón cuando hablan de mariposas o huracanes, como ya sabemos todos):


Para que yo me llame Angel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento


Angel González




Detrás de la estación Saint-Lazare. París, 1932
Fotografía de Henri Cartier-Bresson




Las  causas

Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.

J.L. Borges


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