jueves, 23 de abril de 2009


Paso la mano y rompo el aire. El velo azul de la niebla se me deshace entre los dedos que pasan como cuchillas filosísimas y abren los hilos, deshilachan el aire que queda ondeando, saludándose con gracia de orilla a orilla
Huele a frío
Huele a frío y a eucaliptus.
Huele a frío, a eucaliptus y a tierra húmeda de rocío, a viento mojado y a humus y a bicho bolita y a hoja que cae, a mañana y a silencio.
Invadimos la tierra de los gigantes que duermen velados por la niebla (aliento de dragòn dormido, humo de pociones mágicas –incienso, madera y mirra-).
Un pie delante del otro, despacio, para no despertar a nadie. Para no despertarnos.
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