"Hay algo particularmente hermoso y natural en la poesía que nace del lenguaje porque el lenguaje nunca se acaba; no hay que salir a buscar o a comprar sus elementos, como lo debe hacer el escultor o el pintor con sus materiales. Está allí, inacabable, siempre; nunca agotable"
Ivonne Bordelois, La palabra amenazada
El Bienaventurado
Por corregir los Diez Mandamientos.
Por embellecer a Poncio Pilato y ponerle una cinta al sombrero.
Por reemplumar y dorar el ala derecha del Ángel de la Guarda.
Por renovar el cielo, pintar y ajustar las estrellas y limpiar la Luna.
Por avivar las llamas del Purgatorio y restaurar almas.
Por volver a encender el fuego del infierno, poner una cola al Diablo,
componer una pezuña y hacer varias menudencias a los condenados.
Por poner un Cardenal y varios arañazos al hijo de Tobías y limpiar su
saco de viaje.
Por limpiar las orejas a la burra de Balán y herrarla.
Por remendar la camisa al hijo de Tobías.
Por poner una piedra nueva a la honda de David, manchar la cabeza
de Goliat y alargarle las piernas.
(Es el texto de la factura que un pintor conocido como Potriquín pasó al cura de Corullón – España – por restaurar santos e imágenes de la Iglesia de Villafranca del Bierzo en 1931 y por lo que cobró la suma de 314 pesetas.)
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Fotografía de Chema Madoz |
Recogido por Esteban Peicovich en su libro "Poemas plagiados"
"Estos "Poemas plagiados" son una colección de sapos convertidos en príncipes, gracias a la mirada de un poeta. [...] Lo que Peicovich hace es transcribir genuinos poemas que ha encontrado, ya hechos, en los lugares más dispares. Proclama así que lo artístico acecha, más o menos patente, en lo escrito o lo dicho sin pretensión estética alguna. Y es que la poesía vive silvestre y muchas veces en los libros de versos es el único sitio en que no está”.
Del epílogo de José María Parreño
Del epílogo de José María Parreño
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